9.2 Radiografía de tórax

En los primeros meses de tratamiento, es posible que la radiografía de tórax del paciente no presente cambios o muestre solo una mejoría leve. Aunque no hay recomendaciones formales al respecto, es prudente realizar una radiografía de tórax al inicio, al final del segundo mes de tratamiento y al final del tratamiento, con el fin de documentar el progreso y utilizarla para determinar si el estado clínico del paciente varía en algún momento después de lograr el éxito del tratamiento (91). Una radiografía de tórax al final del tratamiento también es útil para manejar de forma óptima las secuelas pulmonares de la TB después del tratamiento (91).

En la TB extrapulmonar (en particular la TB ósea o articular), tanto el examen radiográfico como la tomografía computarizada pueden proporcionar información sobre la evolución de la enfermedad. Sin embargo, es posible que algunos cambios detectados en la radiografía de tórax no reviertan nunca a la situación inicial; por lo tanto, a menudo es necesario evaluar la respuesta basándose tanto en los hallazgos clínicos como en los radiográficos. A diferencia del tratamiento de la TB pulmonar, es difícil definir qué constituye la curación en la TB extrapulmonar.

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