3.4. Prevención y control de la infección por TB

La Estrategia Fin de la TB hace hincapié en la necesidad de la prevención en todos los esfuerzos para poner fin a la epidemia de TB, incluidos la prevención y el control de infecciones en los servicios de atención de salud y otros entornos de transmisión alta (7). Las prácticas de prevención y control infecciones son fundamentales para reducir el riesgo de transmisión de M. tuberculosis, al reducir la concentración de núcleos goticulares contagiosos en el aire y la exposición de las personas vulnerables a dichos aerosoles. Aunque las recomendaciones de las Directrices de la OMS sobre la prevención y el control de la infección por tuberculosis: actualización del 2019 no mencionan específicamente a la población infantil y adolescente, los principios de control de infecciones expuestos siguen siendo pertinentes (70). En concreto, los adolescentes entre10 y 19 años presentan el mismo riesgo de transmisión que los adultos con TB, dado que los perfiles de la enfermedad son similares. Es poco probable que los menores de 10 años transmitan la enfermedad, pero se aplican los mismos principios a los establecimientos de atención de salud donde la población infantil y sus familias buscan atención. Además, las malas prácticas de prevención y control de infecciones que facilitan la transmisión afectan invariablemente a los niños cuando un adulto o un adolescente les transmite la TB.

La pandemia de COVID‑19 ha conllevado el uso sistemático de mascarillas en muchos entornos, lo que puede haber reducido el estigma relacionado con el uso de mascarillas por parte de las personas con TB. Esto puede facilitar que las personas que acuden a los establecimientos de atención de salud observen las precauciones al toser y que los trabajadores de atención de salud apliquen las medidas de protección respiratoria.

Box 3.4 WHO recommendations on TB infection prevention and control

En los entornos de prevalencia alta de TB, los niños y adolescentes que acuden a los establecimientos de salud están en riesgo de transmisión de la TB, y es probable que, a su vez, los propios adolescentes representen un riesgo de transmisión. El riesgo de desarrollar la TB tras la infección es especialmente alto en los lactantes y los niños de corta edad, así como en todos los niños y adolescentes con infección por el VIH que acuden a establecimientos de salud. Las personas con TB (presuntiva) no deben compartir la sala de espera con lactantes que acuden a vacunarse o a revisiones de puericultura, ni con los niños y adolescentes en los consultorios de atención de la infección por el VIH. Se debe aislar a los niños (en raras ocasiones) y adolescentes (con frecuencia) con enfermedad por TB cavitaria o con resultados positivos en la baciloscopia de esputo. El riesgo de exposición es particularmente alto en los establecimientos que atienden a adultos con TB, infección por el VIH o ambas. La TB es la infección oportunista más común en los adultos con infección por el VIH y en edad de procrear o criar hijos.

A menudo se considera que los niños con TB no son contagiosos y, por tanto, no es probable que transmitan la TB, pero los adolescentes y a veces los niños de corta edad sí transmiten la TB. Por lo tanto, el control de infecciones es importante en los establecimientos de salud y en las zonas dedicadas exclusivamente al manejo de la población infantil. El mayor riesgo se da en las zonas donde los niños de corta edad y vulnerables se mezclan con adultos y adolescentes con TB presuntiva que no siguen tratamiento. Además, existe un riesgo alto de enfermedad por TB no sospechada ni tratada en los adultos que acompañan o visitan a esos niños. La presentación clínica de la TB en la población infantil es variable y a menudo se superpone con la de la neumonía, la infección por el VIH y la desnutrición, por lo que las medidas de control de infecciones son pertinentes en todas las zonas de consulta externa y de hospitalización a las que acude la población infantil (6).

Entre las zonas específicas de alto riesgo se encuentran las siguientes:

  • entornos de atención al recién nacido: los neonatos son muy vulnerables a la aparición o al desarrollo agudo de una enfermedad grave diseminada, y no se debe permitir la visita de adultos con tos;
  • establecimientos de salud donde se atiende a adultos y adolescentes con TB presuntiva, que a menudo son contagiosos (especialmente antes de ser diagnosticados y de comenzar el tratamiento);
  • entornos de atención prenatal y de prevención de la transmisión maternofilial;
  • consultorios de atención de la infección por el VIH;
  • establecimientos que atienden a niños con desnutrición grave;
  • otros entornos concurridos, como guarderías, orfanatos, centros de reclusión y escuelas – los niños en edad escolar con TB confirmada bacteriológicamente no deben asistir a la escuela hasta que dejen de ser contagiosos (normalmente dos semanas después de iniciar el tratamiento eficaz de la TB para la TB farmacosensible); sin embargo, es importante que los niños y adolescentes con TB vuelvan a la escuela cuanto antes, si están suficientemente bien como para hacerlo tras al menos dos semanas de tratamiento, con el fin de minimizar la interrupción de la educación; se debe informar a la dirección de la escuela en consecuencia, indicando que si los niños y adolescentes no son contagiosos no es necesario el uso de mascarillas (ni por parte del niño con TB ni por los demás niños de la clase) – ;
  • niños de grupos de población desplazados e itinerantes, incluidos los de campos de trabajo de migrantes, campos de refugiados informales y superpoblados, y refugios temporales.

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