7.2.2.1. Atención de la TB congénita y neonatal

El tratamiento de la TB congénita y la TB neonatal es el mismo. La decisión de ajustar las dosis debe estar a cargo de un médico con experiencia en la atención médica de la TB pediátrica. Se debe llevar a cabo una evaluación completa de la madre y el neonato. Se debe realizar una radiografía de tórax y obtener las muestras apropiadas para Xpert® MTB/RIF o Ultra a fin de confirmar el diagnóstico de TB en el neonato (véase el capítulo 4). El tratamiento debe iniciarse en función de la probabilidad de TB, incluso antes de la confirmación bacteriológica, ya que la TB puede progresar muy rápido en los neonatos. En el ensayo clínico SHINE los lactantes menores de 3 meses o con un peso <3 kg (incluido el parto prematuro antes de las 37 semanas) no eran aptos para inclusión (86, 196). Si en estos lactantes se presume o se confirma la TB pulmonar o la linfadenitis periférica por TB, deben tratarse con prontitud con un esquema de seis meses (2HRZ(E)/4HR), según la recomendación existente en Guidance for national tuberculosis programmes on the management of tuberculosis in children, del 2014 (segunda edición) (6). El tratamiento puede precisar un ajuste de la dosis para conciliar el efecto de la edad y la posible toxicidad en los lactantes menores. La decisión de ajustar las dosis debe ser tomada por un médico con experiencia en la atención médica de la TB pediátrica. Las recomendaciones de la OMS sobre el tratamiento de la TB‑DR también se aplican a los recién nacidos (véase el capítulo 5).

La posología debe tener en cuenta el peso corporal y la ganancia ponderal, que puede ser rápida en los lactantes menores. Los datos farmacocinéticos que fundamentan las posologías apropiadas de los medicamentos para la TB en los neonatos, en especial los recién nacidos prematuros, son muy limitados.

Los signos que indican una respuesta favorable al tratamiento son el aumento del apetito, la ganancia ponderal y la resolución de las imágenes radiográficas anormales. Se recomienda la lactancia materna, independientemente de la situación de la madre frente a la TB. El riesgo de transmisión de la TB por la leche materna es insignificante y, aunque los medicamentos para la TB más utilizados se excretan en la leche materna en pequeñas cantidades, no hay evidencia de que esto induzca farmacorresistencia. No se recomienda la separación de la madre, sobre todo en entornos con recursos limitados, donde establecer la lactancia materna puede ser fundamental para la supervivencia del lactante. Si se presume o se confirma la TB en la madre de un neonato gravemente enfermo, la madre y su bebé deben aislarse de la unidad neonatal lo antes posible, para evitar la transmisión a otros neonatos (6).

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